La conciencia semiótica de la arquitectura y la ciudad
- Arquitectura para tantos
- 26 oct 2021
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Actualizado: 13 abr 2022
En la segunda ola de modernismo vivida en el siglo XX, después de la segunda guerra mundial, mientras las ideas de la Bauhaus se replicaban por todo el mundo a lo largo de las nacientes Facultades de Arquitectura, y los entusiastas recién graduados que se esforzaban por hacer realidad bajo su criterio de diseño los parámetros teóricos dados por lo grandes personajes del oficio que teorizaron su trabajo con el fin de facilitar su replicación, Umberto Eco, analizaba críticamente ese avance y los nuevos comportamientos sociales que surgían a causa de estas nuevas ideas de la arquitectura, que si bien la Bauhaus sensibilizó a los estudiantes, pues enseñaba que el oficio del arquitecto no es solo el diseño de los espacios, Eco se encargo de mostrar los factores sociales involucrados y como el comportamiento social es una forma de construir ciudad.

La arquitectura no puede resumirse en las diferentes maneras de diseñar que pueda tener el profesional (Espacio, exteriores, paisajismo, mobiliario, etc) la arquitectura va más allá y se vuelve el lugar donde se dan los intercambios culturales, las actividades del día a día, por lo que se desarrolla la identidad del individuo gracias a la arquitectura, y con esto la identidad de toda una ciudad. Los códigos sociales que se crean día a día con el desarrollo cultural de nuestras sociedades, ha sido analizado por sociólogos y psicólogos, y estás personas concuerdan en él la arquitectura, los espacios donde viven y conviven están personas, son piezas fundamentales para el entendimiento de su comunicación y la comunicación de la ciudad en sí. A través de los signos que define Umberto Eco, podemos identificar distintas maneras de expresión social, que no se piensan al momento de diseñar las piezas urbanísticas o arquitectónicas, sino, son identidades y funciones dadas por quienes se relacionan directamente con el espacio, con esto pretendo decir que los arquitectos no podemos imponer las actividades y las funciones y queremos darle a un espacio, nuestro trabajo se resume en la interpretación de las necesidades y actividades sociales, y en cómo traducimos amplios análisis contextuales en una construcción o un proyecto urbanístico, pues ambos deben responder de manera satisfactoria a los gustos y caprichos de los habitantes de la ciudad, y el arquitecto no puede pretender modificar la identidad de sus ciudadanos con la arquitectura, retomando la citación de Vittorio Gregotti en el texto: ‘’Con la Arquitectura no podemos hacer la Revolución, lo que sí podemos hacer es Revolucionar la Arquitectura’’. También en los años sesenta, múltiples lingüistas aceptaron la arquitectura como manera de lenguaje, y esto ayudó a reafirmar los trabajos teóricos de Umberto Eco, Aldo Rossi, Dorfles, etc. Estos influenciaron la enseñanza del lenguaje arquitectónico y la inclusión de la semiótica dentro del proceso de crear arquitectura, aportando a proyectos más sensibles y que intentaban transmitir el lenguaje cultural de la ciudad a través de los diseños, en contradicción a estas ideas, vivimos en una época contemporánea que ignora casi que por completo la importancia del lenguaje arquitectónico, de la generación y el entendimiento de los signos de la ciudad y en cómo estos repercuten en los errores de la ciudad misma y la falencias urbanísticas que dejan de darse por problemas de diseño y pasan a ser un error de análisis, en el que se omite el discurso arquitectónico y la semiótica, y se diseña únicamente bajo los contextos, políticos, sociales, económicos, ambientales y demás que nos enseñan en las facultades, y están dejando de lado la importancia del lenguaje, la sociología, la interpretación lingüística, y es importante retomar estos valores que nacieron en la edad moderna que tanto criticamos por los problemas actuales que está nos trajo, pero estamos siendo indiferentes con los enormes aportes que podrían ser en el fondo la solución de esos mismos problemas.

Por otra parte, Charles Sanders, el fundador de la semiótica americana, logró demostrar un raciocinio semiótico en los contextos culturales del pasado, anteriores al renacimiento. Y como desde antes, ya se estaban generando construcciones que hablaban por si solas, que eran el lenguaje de la ciudad, y su forma y diseño hablaba de la ciudad misma, y de sí está era prospera o no, o si una construcción era para un fin un otro, todo a través de la comunicación visual y funcional que está generaba. Un ejemplo claro son las catedrales, los iconos del arte y la arquitectura gótica, aunque hoy en día podríamos pensar que solo funcionan con fines turísticos y de vez en cuando ceremonias religiosas que pretenden en sus fallidos intentos, mantener la tradición de la religión. No podemos olvidar que inicialmente esté tipo de construcciones se dieron como ruptura a los sistemas de construcciones de mampostería (Arquitectura románica), y que además, con los altos índices de analfabetismo de la época, fue la manera que encontró la iglesia de educar a conveniencia al pueblo, a través de las nuevas construcciones que rompían las alturas de los perfiles de la ciudad, las nuevas esculturas (las gárgolas) que para la gente eran los guardianes de estos lugares sagrados, y ni hablar del arte, que desde un inicio venía siendo la mejor forma de educar visualmente a los creyentes. Por todo lo anterior, y lo que no está escrito en este corto ensayo, considero que los estudiantes, profesionales y las facultades, deberían tener más en cuenta el estudio de la semiótica dentro de sus instituciones, no solo para el estudio de arquitectura. Con el fin de lograr una población más crítica, más reflexiva, más sensible y menos improvisada, más racional, donde no solo le demos una razón de ser a lo que creamos, sino que una vez realizado, este siga siendo objeto de lenguaje y de comunicación por las siguientes generaciones.
Columna escrita por: Horduz
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